“Florería” NamJoon trabaja en la pequeña florería de sus padres. Usa ropa colorida y gafas redondas por su miopía. JeongGuk es hijo del mafioso más temido de la ciudad y se espera que siga con el legado.

Un día JeongGuk huyendo de sus enemigos se adentra a la pequeña florería donde un NamJoon asustado lo ayuda a curar la herida en su abdomen. JeongGuk no puede evitar tocar con sus dedos el rostro del chico y es que eran tan puro y estaba tan limpio.

JeongGuk se va agradeciéndole su ayuda al moreno. Y NamJoon lo despide dándole una pequeña maceta de regalo. Aquella maceta se volvió esa clase de tesoro que tiene un costo tan alto que no hay cifra que le valga.

Cada miércoles, JeongGuk regresaba a la florería con una corona de flores de diferente color y de diferente tipo, la cual era colocada sobre la cabeza del colorido chico. NamJoon siempre se enfadaba y le reclamaba al menor por consumir flores de otros locales.

Lo que NamJoon no sabía era que JeongGuk había empezado a cultivar sus propias flores para hacer aquellas coronas. Pero entonces el padre de JeongGuk murió y JeongGuk tuvo que madurar de golpe para tomar el negocio familiar.

Sabía que NamJoon sería solo un precioso recuerdo y algo inalcanzable, porque no había garantías en ese estilo de vida. Tampoco quería manchar con su suciedad a aquel precioso chico, no quería que perdiera sus colores.

NamJoon merecía tener todos sus colores con él. Aún así, JeongGuk enviaba una corona de flores para el moreno de manera puntual sin fallar en ni una sola ocasión. Un par de veces se acercó para poder observarlo y estaba feliz.

Se alegraba de que NamJoon conservara su felicidad y sus colores, era lo que lo mantenía luchando, esperaba que un día pudiera acercarse de nuevo al lindo chico y quizás, solo quizás poder tomar su mano sin miedo de mancharlo.