Una leyenda muy común en la historia mexicana, es que Doroteo Arango tuvo que huir de casa, después de vengar a su hermana. Eso es mentira.

En realidad, Doroteo se unió a un grupo de bandoleros, quienes le instruyeron en el arte de robar, extorsionar y asesinar.
Los crímenes cometidos por Villa, no conocían compasión o un atisbo de humanidad.
Y con los inicios de la Revolución Mexicana, vio la oportunidad de seguir con sus violaciones, robos y asesinatos.
Famoso por sus genocidios, en 1915, Villa ordenó fusilar a todos los hombres del pueblo de San Juan de la Cueva.

Actualmente, existe un monumento y una placa con los nombres de los pobladores sacrificados.
Se encargó de imponer leyes que ponían en peligro a quien no fuera del país.

Sus tropas tenían órdenes de matar a todos los chinos y solía decirle a los estadounidenses “chinos blancos”.
¿No les suena muy similar a las ideas de alguien con un bigote igual de raro?
Villa no era leal a nadie, ni a sus soldados.

La mayor parte de su tropas estaba compuesto de hombres y niños secuestrados de los pueblos con los que arrasaba.
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