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El Loco Torres

El Loco Torres
@LocoTorresReal

Nov 24, 2022
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Hoy me han recordado una vieja historia del Ejército. Ya parezco un abuelo, viniendo aquí a daros la vara con mis batallitas. Pero bueno, ¡qué cojones! Hay 9500 personas dispuestas a leerlas y 300 dispuestos a pagar por ellas, así que... 🧵Hilo de THE WALKING DEATH🧵

- ¿Tienes sueño, Torres? - Bueno... - ¡Que se te cumpla! Con esta broma solía amenizarnos las maniobras el sargento Chip, un crack. Su principal habilidad era decir "vale" una media de 274 veces por hora
Lo sé porque me dediqué a contarlas en una teórica. 274 veces. Era capaz de construir una oración completa utilizando exclusivamente la palabra "vale". Un puto figura.
Sueño. Como la electricidad, Internet, los pies secos, el calor, una ducha o comer tres veces al día, el sueño es una de esas cosas que sólo empiezas a valorar cuando no la tienes. De esas que damos por sentadas hasta que ¡pum! nos la quitan.
Como entenderéis, en el Ejército se pasa MUCHO sueño. Pero MUCHO. Niveles sobrehumanos. La privación de sueño, que en situaciones normales es considerada un método de tortura, es un habitual en la instrucción militar.
Hay quien lo lleva bien. Quien lo lleva regulero. Y también hay auténticos héroes del sueño. Yo estaba en la categoría "bien". Trabajé varios años en turno de noche e, incluso sin eso, soy del tipo nocturno. Aquí podéis ver lo bien que soporto el sueño:
Dormir unas cuatro horas diarias ha sido un estándar para mi desde más o menos los catorce años. Pero claro, hay una diferencia entre empalmar porque estás leyéndote por tercera vez El Señor de los Anillos y pasarte tres días sin dormir en mitad de San Gregorio.
Desarrollé varias técnicas para combatir el sueño. La siesta táctica era una de ellas. Un clásico. Cuando te estableces en defensiva, apoyas la ametralladora cubriendo un sector, la mejilla en la culata, el casco sobre la mira y... sueñecito para el cuerpo.
Desde fuera, eres posiblemente el tío más operativo de la OTAN. Un soldado oteando el horizonte sin descanso, sin mover un músculo, siempre preparado.
Otro truquillos eran la capacidad de dormirse en la raya de un lápiz. ¿Parón de veinte minutos? Espalda contra un árbol y dormir. ¿Una hora en defensiva? Una buena acequia seca y como un rey ¿Pasar el Conguito? Más bien SOBAR en el Conguito
Sin embargo, había auténticos héroes. Hombres con capacidades sobrehumanas, más poderosos que los semidioses de la mitología griega. Adalides de Morfeo.
El tipo de tío que, estando de guardia, se apretaba el antifragmentos como si fuese un corsé, colgaba el fusco de una de las bandas del molle y se quedaba dormido DE PIE.
El tipo de tío como el hombre del que os voy a hablar hoy.
Sí, 20 tuits de introducción para una anécdota chorra. Si no vinísteis para esto, yo ya no sé...
Total: Tavascán, año 2014 Mis primeras ACOMI, las maniobras de Montaña estival. Un frío del carajo, como siempre en Montaña. Más sueño que una cesta de gaticos al lado de una estufa, como siempre. Tres días subiendo picos uno detrás de otro, como siempre.
(Lo que véis sobresalir de mi mochila es material de uno que palmó a mitad de subida. Ni siquiera yo soy tan pelagra de llevar una mochila así de mal hecha) (Sí, llevaba gafas) (Sí, estaba bastante más flaco en 2014)
Total, tras tres días de jolgorio y diversión subiendo picos, empezó la fase de combate. En esta ocasión, tres días de un tema táctico un tanto complejo que no voy a detallar.
El resumen: Moverse de noche, dar golpes de mano al amanecer, establecerse en defensiva por la tarde y volver a moverse por la noche.
¿Véis hueco para dormir en el plan? Yo tampoco.
Inciso: Durante la primera noche atacamos una cota bastante chunga. Por la tarde nos plantamos en esa misma posición y me puse a hacer la cena.
Al rato de cocinar unos fideos instantáneos con atún en mi Jetboil, me fui descalzo (tenía los pies en carne viva) a ver a mi socio Esperman. Me lo encontré metido en el saco de dormir, tiritando y con la radio de la sección en la oreja.
Al verme con el Jetboil humeante en la mano los ojos le hicieron chiribitas. - Oso -susurró como un moribundo con acento canario-. Osito, mi mejor amigo.
El muy sinvergüenza no se había traído NADA para comer. Pretendía pasarse tres días sin comer, sólo bebiendo agua con sales de esas de atleta. El hijo de puta tenía más hambre que Cristo en el desierto.
- ¿Eres subnormal? -me pareció razonable preguntar- ¿Cómo se te ocurre venirte sin comida?
- Es que estoy en definición. Fin del inciso
El caso es que llevábamos un par de noches sin dormir y más de uno empezaba a ver el sonido. A mi me mantenían despierto mis microsiestas y la desgarradora agonía de mis pies desollados. Las botas de montaña de la mili, una maravilla técnica.
No ayudaba que durante la defensiva anterior, en lugar de hacer turnos para dormir nos hubiesen mandado hacer una incursión en el collado de al lado.
En estas andábamos la madrugada del tercer día, haciendo la última aproximación de las maniobras. La peña iba en ese tipo de caminar del que no ha dormido y está hasta la polla de vivir, un andar estilo los zombis de The Walking Dead pero en silencioso.
En estas me fijo en el tío que va delante mío. Y hace una cosa muy rara.
Lo normal después de una semana de maniobras es que tengas alguna tara. Yo solía penar de las rodillas. Mi colega Ancla tenía un hombro que era una desgracia verlo, luego se jodió la espalda. Cada uno tenía su malestar.
Sin embargo, el que llevaba delante caminaba perfecto. Demasiado perfecto. Como uno de esos robots de los americanos, ¿sabéis?
Todo muy mecánico, antinatural. Raro.
A estas alturas de la película, sin embargo, me importaba entre tres cojones y una polla la capacidad de desplazamiento de mi colega. Suficiente tenía con lo mío. Que, en este caso, era no morir
Poneros en situación: Noche sin luna. Aprox las tres de la mañana. El cielo más negro que un delantero de la Selección francesa de fútbol. Avanzábamos por un sendero de unos 60cm de ancho a cuya derecha había un pinar denso y a la izquierda...
... un río bastante bravo al fondo del todo de un señor barranco. Más o menos unos seis metros de enfrentamiento con la gravedad relativamente abrupto. Una señora hostia, en términos científicos.
El flanco izquierdo era traicionero, un mal paso te dejaba con el pie en el aire. Sin luz, claro. Caminábamos tirando de lo adaptados que estuviesen nuestros ojos a la oscuridad.
En mi caso, no mucho. Un día os contaré la noche que Esperman me tuvo que hacer de lazarillo en San Gregorio. Literalmente me llevaba de la mano como a un párvulo camino del lavabo. Todo muy hetero y digno, sí...
El caso es que iba intentando no matarme cuando el camino hizo un leve cambio de rumbo a la derecha, siguiendo la loma. Era fácil de ver, el propio pinar retrocedía, haciendo sencillo intuir el desvío.
Mi socio, el de delante, no parecía muy convencido del tema, porque no adaptaba el rumbo. Seguía, con su andar de androide, fijado hacia el frente. Impasible, cada vez más cerca del abismo.
En ese momento se me despertó el cerebro. Una especie de reacción instintiva, o más bien que mis dos neuronas, siempre rebotando de un lado al otro del vacío bajo mi cráneo, por casualidad hicieron contacto.
No sé exactamente como, pero dejé caer la MG4 y pegué un salto adelante justo a tiempo para agarrar al socio de la Altus, la enorme mochila de Montaña. Justo a tiempo para casi despeñarnos los dos, claro.
Él dió el paso al frente que lo separaba de LA GRAN HOSTIA™️ y resbaló barranco abajo. Por suerte, lo tenía bien agarrado y, aunque caí al suelo, conseguí sostenerlo en el terraplén.
Tirados en el suelo embarrado, conseguí abrazarlo de los hombros hasta que alguien, con suerte el siguiente de la fila, nos viese y tuviera la decencia de subirnos.
Porque os aseguro que no tengo cojones de subir yo sólo y desde el suelo a un tío a peso muerto.
El caso es que ahí estamos, dos tíos en un terraplén, la gravilla desprendiéndose, yo aguantando su peso usando el mío de palanca, cuando lo veo.
Abre los ojos.
El tremendo hijo de mala madre abre los ojos lentamente, recién despertado. Le faltaba pedirme cinco minutos más y darme un beso en la mejilla.
Se había quedado dormido... ¡CAMINANDO!
No tiene otra el figura, colgando de mis brazos, que despertarse. Mirarme. Mirar hacia abajo. Moverse un poco. Ver como la gravilla se desprende a cada movimiento. Quedarse quieto. Volver a mirarme. Y, con toda la calma del mundo, me dice:
- Torres, no te lo vas a creer. Me parece que me he quedado dormido.
Dios los cría y el Ejército de Tierra los junta.
Espero que hayáis disfrutado esta pequeña batallita. Recordad que la campaña de Pistolo sigue activa en Verkami: verkami.com/projects/34039…
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El Loco Torres

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Pistolo. Exmilitar, padre, marido. Escribo. Columnista en @TerraIgnota. CROWDFUNDING DE "PISTOLO: VIDA Y MILAGROS DE UN MAL SOLDADO" https://t.co/8vLFZazAaW
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