Feliz lunes

. Compartimos la experiencia de una extrabajadora sobre los abusos de la editorial
@Beetruvian a sus trabajadores y también el cómo estafa a les lectores vendiendo libros traducidos con Google Translate.
Es posible que algunos sepáis que hace unos meses surgieron ciertos rumores sobre las traducciones de la editorial Beetruvian. Hoy me gustaría contar mi experiencia como antigua trabajadora de la editorial y confirmar algunos de esos rumores.
Sí, en Beetruvian se traduce con Google Translate y en la actualidad la editorial no tiene a ni un solo traductor profesional en sus filas y, cuando sí que lo tuvo, jamás se le dejó ejercer como tal pese a insistir en repetidas ocasiones en querer ocuparse de esas tareas.
Sí, la misma persona que estaba detrás del seudónimo «Solomon Grundy» es la que ahora inventa nombres de traductores ficticios de lo más genéricos como «Conce Sánchez» para recuperar la confianza de los lectores que se percataron de que es posible que las traducciones fuesen IA.
Esta persona, el editor, es la misma que muchas veces se ha burlado no solo de los lectores de la editorial, sino también de todos los profesionales que formamos parte del sector literario con frases como: «si por mí fuese, pondría traducido por Google Translate en los créditos».
Al principio, cuando los libros contaban con una corrección profesional, el editor no cesaba de poner pegas a las correcciones, afirmando que muchas se hacían «por preferencia» y sin justificación.
Supongo que aquí se obvia el hecho de que él “tradujese” por ejemplo groceries como grocerías o toadstool como setas de sapo.
Corregir esos libros poseditados era un infierno, no solo por el hecho del poco tiempo que se nos concedía para hacerlo, pues quería que cada libro estuviese listo a poder ser en uno o dos meses (traducción, corrección y maquetación),
sino también por lo que entrañaba para el gremio; vamos, el cóctel perfecto para que las cosas salgan mal a pesar de la cantidad de veces que le advertimos de lo que sucedería.
No me extraña que muchas personas se quejasen de las inconsistencias en la corrección y creyesen que los libros no contaban con ninguna; no obstante,
esas inconsistencias fueron producto de que se nos entorpeciese en nuestro trabajo día sí y día también, hasta que ya ni siquiera se nos permitió encargarnos de la corrección.
Hay mucha tela que cortar sobre Beetruvian y la persona que la dirige, y esto es solo un ejemplo del poco respeto que esta persona tiene por los libros y el sector editorial.
Espero que baste para que los lectores no se dejen engatusar con las novedades de la editorial, por muy jugosas que puedan parecer.
Como último apunte sobre este tema, en su día yo misma llegué a traducir un tercio de la última novedad internacional de Beetruvian, pero mi antiguo jefe se negó a hacerme un contrato de derechos sobre mi propia traducción.
Si me encargaba tenía que ser «porque me hacía ilusión que mi nombre figurase ahí», como si la visibilidad (que no niego que sea importante) me fuese a dar de comer en un futuro si el libro se convertía en un superventas.
Supongo que él prefirió emplear esa experiencia que un día afirmó poseer al decir «tengo más de 30 libros traducidos a mis espaldas» (poseditados después de pasar por Google Translate)
y conformarse con hacer las cosas de forma mediocre en lugar de confiar en que un libro traducido por una profesional podría atraer más ventas.
Quizás este proyecto editorial habría tenido más viabilidad si el amor por los libros y el trabajo bien hecho hubiesen superado a la avaricia y al egoísmo, pero por desgracia y muy a mi pesar, no ha sido así.